lunes, 20 de octubre de 2014

La Fuentecilla

Nos dirigimos a la Calle de Toledo, a la angosta plazoleta donde confluyen las Calles de la Arganzuela y Mira el Río. Aquí se sitúa el Monumento a Fernando VII, más conocido como la Fuentecilla, no solo porque este hito es también una fuente pública, sino porque, si hacemos caso a Jerónimo Quintana (1576-1644), éste era el topónimo con el que se identificaba antiguamente el lugar, por la existencia de un pilón.



Estamos ante una de las edificaciones más denostadas por los intelectuales del siglo XIX, especialmente el implacable Ramón de Mesonero Romanos (1803-1882), quien, en El Manual de Madrid, dijo de ella que era un monumento "fúnebre al buen gusto", además de una "desdichada fuente".

Sin embargo, su construcción sí que suscitó una fuerte expectación, como toda la que rodeó a la restitución de Fernando VII, una vez pasada la Guerra de la Independencia. No olvidemos que la Fuentecilla fue concebida para conmemorar el regreso del monarca a España, al igual que la vecina Puerta de Toledo, según un proyecto global del arquitecto mayor Antonio López Aguado (1764-1831).

López hizo un primer diseño en 1813, que después sería completado por el escultor Francisco Meana. A principios de 1814 fue aprobada la partida presupuestaria para las obras, que no pudieron concluirse para el momento en el que Fernando VII hizo su entrada triunfal en Madrid, acaecida en mayo del citado año.

Sí que dio tiempo a terminar la parte inferior y los trabajos de fontanería, de tal forma que, para la llegada del rey, pudieron ser activados los tres caños de la fuente, al tiempo que fue colocada una inscripción con esta leyenda: "El Ayuntamiento de Madrid para beneficio de su pueblo y por justa y digna memoria de la feliz entrada en él de su amado soberano, recuperado del cautiverio en Francia al séptimo año, el día 13 de mayo de 1814".

En 1815 acabaron por fin los trabajos, bajo la dirección del arquitecto Alfonso Rodríguez. Mucho más tiempo tuvo que esperar la Puerta de Toledo, que no pudo inaugurarse hasta 1827, diez años después de ser colocada la primera piedra.


Fotografía de Santos Yubero (1966).

La Fuentecilla es un auténtico monumento al reciclaje. Fue levantada con materiales procedentes de la desaparecida Fuente de la Abundancia (1617), ideada por Juan Gómez de Mora (1586-1648) para la Plaza de la Cebada, dentro de un ambicioso plan que pretendía embellecer las calles madrileñas.

Dentro de su estructura perviven intactos algunos de los elementos que dieron forma a aquella fuente barroca, caso del cuerpo principal, con sus costados con frontones triangulares, así como diferentes blasones.


Comparativa de la Fuente de la Abundancia y la Fuentecilla.

Del mismo modo, la escultura del león que preside el monumento fue realizada a partir de un grupo existente en el Convento de los Premostratenses, destruido durante la invasión napoleónica. Se trataba de una imagen de San Norberto, fundador de la orden, a quien se había representado acompañado de un león, que fue la pieza posteriormente reutilizada.

La Fuentecilla consta de dos cuerpos diferenciados. El primero, dispuesto paralelamente a la Calle de Toledo, presenta una disposición horizontal y sirve de parapeto al pilón, que se extiende por la parte trasera. Sobre él descansan un dragón y un oso, toscamente esculpidos, en alusión al viejo y nuevo escudo de la villa.


Año 1925.

El segundo cuerpo es un gran prisma granítico, que pone el contrapunto vertical y define todo el conjunto. Tal vez sea la parte más interesante, al reunir los únicos restos que se conservan de la Fuente de la Abundancia, al margen de la estatua que servía de remate, que se encuentra en el Museo de Historia.

Sus flancos laterales están adornados con sendos escudos de Madrid, mientras que el frontal tiene instalada una inscripción, que no es la que hemos señalado más arriba, ya que ésta desapareció poco después de ser grabada, sino una que fue aprobada en abril de 1815: "A Fernando VII el Deseado, el Ayuntamiento del heroico pueblo de Madrid. Corregidor, el Conde de Moctezuma".

Como se ha apuntado antes, la parte superior está coronada con un león erguido, sosteniendo con sus patas delanteras los hemisferios del mundo, obra de Manuel Álvarez. Esta escultura se apoya sobre una base cuadrangular, cuyos lados están recorridos por las siete estrellas de la antigua Comunidad de Villa y Tierra de Madrid, que hoy día son el símbolo más reconocible de la bandera autonómica.


Hacia 1900.

6 comentarios:

  1. Hola Jesús, un post fantástico, con esa comparativa entre las dos fuentes, que creo no había visto nunca, mostrando los elementos de la antigua fuente de la Abundancia en la Fuentecilla. Felicidades, me ha encantado.
    Un abrazo

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  2. Hola Mercedes:
    Muchas gracias por tu palabra. De alguna forma u otra, la Fuente de la Abundancia ha conseguido sobrevivir a esa costumbre tan nuestra de hacer desaparecer nuestro patrimonio. Es ilusionante descubrir que algunos de sus elementos se conservan más o menos intactos.

    Abrazos, Jesús

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  3. Hola Jesús, en efecto es una fuente extrañísima con la rara cualidad de que cada lado es completamente diferente. A mi me recuerda a una construcción de Lego y seguramente así se lo tomarían sus diseñadores con las piezas que disponían para componer el puzzle. En cualquier caso, te felicito por el trabajo y las maravillosas fotos de época.
    Un abrazo

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    1. Hola Antonio.
      Tienes toda la razón y esa comparación con Lego no puede ser más acertada. La fuente es muy extraña, pero creo que ha ido ganando con el tiempo, ya que se han envejecido todas las piedras y homogeneizàndose su color. En cualquier caso, creo que peor parados salen los grupos escultoricos, que esos sí que son raros, raros... y toscos.

      Abrazos y muchas gracias, Jesús

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  4. Hola Jesus. Coincido en lo de que es un fuente extraña, que parece que se han encajado partes de varias fuentes distintas. Excelente trabajo.
    Un abarzo

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  5. Hola José. Muchas gracias por tu comentario. Es verdad que, arquitectónicamente, la fuente tiene muchas rarezas, pero a castiza creo que no le gana nadie.

    Abrazos, Jesús

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