lunes, 27 de junio de 2011

Las diez víctimas de Madrid Río

El proyecto Madrid Río ha transformado radicalmente lo que antes era un entorno fuertemente degradado, fagocitado por una autopista agresiva e invasora. Pero ello no debe ocultar que se han cometido errores, desaguisados y atropellos, que han quedado amparados e, incluso, justificados bajo el paraguas de las mejoras introducidas.

A sabiendas de que tropezamos contra una opinión mayoritaria absolutamente entregada, que no entiende cómo se puede criticar algo que se supone ha sido un revulsivo para la ciudad, reclamamos nuestro derecho a denunciar lo que creemos que han sido actuaciones dudosas, realizadas impunemente, con total desprecio a la legalidad vigente.

Utilizando una terminología tal vez excesiva pero también elocuente, el proyecto Madrid Río ha dejado tras de sí diez grandes víctimas, cuyo diagnóstico oscila entre la extrema gravedad y el estado terminal.

1.- El Manzanares



La víctima principal del proyecto ha sido el propio río. Se suponía que se había montado todo este tinglado para recuperar el Manzanares, pero lo que se ha conseguido es convertirlo en un río-foso.
Se han perpetuado, con carácter irreversible, los desaciertos de la canalización desarrollada en la segunda mitad del siglo XX n. Si el cajero que se construyó entonces ya era muy alto, con los nuevos túneles de la M-30 se ha elevado mucho más. Hemos logrado que nuestro pequeño río no tenga orillas, sino precipicios.

2.- El marco legal

Nuestros políticos nos tienen acostumbrados a saltarse las normas cuando les conviene, sobre todo cuando se trata de cuestiones ambientales y patrimoniales. Las obras de la M-30 son el mejor ejemplo de cómo hacer las cosas al margen de la ley, sin que pase nada. Sólo hay que comenzar los trabajos, eso sí, sin realizar los estudios de impacto que exige nuestro ordenamiento jurídico, que, para cuando hablen los jueces, ya se habrá arrasado con todo. 

No olvidemos que, según sentencia firme del Tribunal Superior de Justicia, nueve de las doce obras de soterramiento quedaron anuladas en marzo de 2010. El pequeño detalle sin importancia es que los túneles ya llevaban dos años funcionando.

3.- La paleontología


Fuente: Museo de los Orígenes.

El enorme patrimonio paleontológico que se escondía bajo las riberas del Manzanares ha desaparecido para siempre. A falta de los citados estudios de impacto, que hubieran obligado a investigar y catalogar los vestigios de interés científico, las tuneladoras han tenido carta blanca para pulverizar todo lo que encontraban a su paso. Los madrileños hemos perdido así uno de nuestros tesoros más valiosos: nuestra impresionante prehistoria.

4.- La arqueología


Fuente: Museo de los Orígenes.

La cuarta víctima han sido los restos arqueológicos, tanto los que han desaparecido (por las mismas razones del punto anterior), como los que nos han dicho que han aparecido, pero de los que nunca más se supo. Todavía estamos esperando noticias sobre la villa romana descubierta cerca del Puente de Segovia, la Puente Segoviana (en la imagen), la Puente Toledana, los lavaderos del río o las distintas estructuras encontradas del Real Canal del Manzanares, entre otros muchos hallazgos de los que no sabemos absolutamente nada.

5.- El Puente de Toledo



Se ha desaprovechado una ocasión única de devolverle al Puente de Toledo su auténtica altura, que perdió durante la canalización del Manzanares, cuando fueron enterradas casi todas sus pilas, dejando sólo al descubierto los sombreretes de los tajamares. Este desaguisado no sólo no se ha corregido con el proyecto Madrid Río, sino que se ha consolidado de modo irreversible, tras la excavación de varios túneles debajo de los arcos.

Nadie puede entender cómo han podido realizarse estas obras, tratándose como se trata de un monumento que goza de la máxima protección legal posible. Aún es más: para poder encajar los cajeros de los túneles, las pilas del puente tuvieron que ser rebajadas e, incluso, se rompió un tajamar, que después fue recompuesto con hormigón. Está claro que para los políticos no vale eso del imperio de la ley.

6.- El Puente de Segovia



Las pilas de este puente herreriano, el más antiguo de Madrid, han sido enterradas, al elevarse la rasante del terreno a causa del soterramiento de la M-30. La proporcionalidad y equilibrio de líneas de esta obra maestra se han roto fatalmente. Como en el caso del Puente de Toledo, sólo asoman los sombreretes de los tajamares. Si Pedro de Ribera y Juan de Herrera levantasen la cabeza...

7.- Los embarcaderos del Manzanares


Postal antigua de los años sesenta del siglo XX.

Por los mismos motivos del punto anterior, los antiguos embarcaderos del río, que estaban al lado del Puente de Segovia, han tenido que ser eliminados, ya que, debido a los túneles, no había fondo suficiente. Han sido sustituidos por estanques de menor profundidad, aislados de la corriente del río. Recordemos que, décadas atrás, se podía navegar por algunos tramos del Manzanares en pequeñas embarcaciones, tanto de recreo como deportivas, que partían del Puente de Segovia.

8.- La Pasarela de Manterola


Fuente: Carlos Fernández Casado, S. L.

Esta bellísima pasarela fue retirada cuando comenzaron los trabajos de la M-30, sin que sepamos qué ha sido de ella. Llamada así en referencia a su creador, el ingeniero Javier Manterola, fue instalada en el año 2003 en las proximidades del Paseo de la Virgen del Puerto y desmontada tan sólo dos años después, sin que nadie reparara que a lo mejor podía ocupar un lugar destacado dentro del proyecto Madrid Río. Total, si sólo nos costó 4,3 millones de euros de nada...

9.- La Fuente Castellana



Esta fuente decimonónica, inicialmente ubicada en el Paseo de la Castellana, ha quedado en dique seco. El proyecto Madrid Río y, más en concreto, la remodelación del Parque de la Arganzuela se han llevado por delante sus pilones, sus estanques y sus juegos de agua, para crear la primera fuente de secano del mundo. Pero no todo se ha perdido: algunos de los materiales desmantelados han sido reutilizados e integrados en diferentes muros y terraplenes del parque. A eso se llama reciclar...

10.- La Puerta del Rey y el Túnel de Bonaparte



Dejamos para el final a la Puerta del Rey (o del Río), a pesar de que fue uno de los primeros monumentos maltratados por el proyecto Madrid Río. A esta construcción, una de las últimas que hizo Juan de Villanueva, le han hecho de todo: le ha eliminado elementos (como su enrejado artístico), le han añadido otros, han cambiado su ubicación, han modificado su planta, han suavizado su estilo neoclásico... El resultado son cinco pilares aislados dispuestos en exedra, que poco o nada tienen que ver con el diseño de Villanueva. 

Por no hablar del cercano Túnel de Bonaparte, que el célebre arquitecto proyectó conjuntamente con la puerta, cuya boca de salida, decorada antaño con una elegante rocalla, fue retirada y sustituida por una estructura de hormigón y granito.

lunes, 20 de junio de 2011

La custodia del Corpus, de Francisco Álvarez

Este jueves 23 de junio la comunidad católica celebra el Corpus Christi, una festividad que, en el momento actual, suele pasar inadvertida a la mayoría de los madrileños, pero que, en los siglos XVI y XVII, alcanzó un gran esplendor, con la organización de fastuosos desfiles, a los que acudía la familia real.


Fuente: Guías Everest.

La asistencia de los reyes al Corpus madrileño es anterior a la proclamación de la villa como capital de España. Es sabido que Isabel la Católica (r. 1474-1504) presidió la procesión de 1482, ataviada con una toca, con los pies descalzos y portando un cirio en la mano, y que el emperador Carlos I (r. 1516-1556) hizo lo propio posteriormente.

Pero fue durante el reinado de Felipe II (r. 1556-1598), con la Corte ya instalada en Madrid, cuando las celebraciones quedaron plenamente institucionalizadas, razón por la cual las autoridades municipales mandaron labrar una nueva custodia procesional, más ornamentada y lujosa, acorde con el rango que había adquirido la ciudad.

El encargo recayó sobre Francisco Álvarez, el platero personal de las reinas Isabel de Valois (1546-1568) y Ana de Austria (1549-1580), tercera y cuarta esposas de Felipe II, respectivamente.

Los costes ascendieron a la escalofriante suma de 3.800 ducados, que, para hacernos una idea, suponía multiplicar por doce los honorarios que cobró El Greco por el cuadro El Expolio, de la Catedral de Toledo.

Los trabajos se desarrollaron en dos fases. Entre 1565 y 1568 el autor hizo las andas, a partir de un diseño de aire clasicista, consistente en un templete soportado en ocho columnas. En 1573, se centró en la custodia de asiento, una pieza que va en el interior de las andas, con una estructura muy similar, igualmente a modo de hornacina.


Aspecto de la exposición 'El Madrid Antiguo', celebrada en 1926, con la custodia en primer término (fuente: Biblioteca Histórica).

El conjunto se completó en el siglo XIX con la custodia portátil, que se debe a Francisco Moratilla, platero de cámara de Isabel II (r. 1833-1868). Fue finalizada en 1846.

Se trata de una obra excepcional, no sólo por lo que representó para la historia de Madrid, al ser la primera custodia artística con la que contó la capital, sino también por el impacto que tuvo en la posterior evolución de la orfebrería española.

Pero, además de su valor artístico, la custodia de Francisco Álvarez tiene la singularidad de que no pertenece al clero, sino al ayuntamiento. Fue financiada por suscripción popular, ante la inexistencia en aquel entonces de una diócesis propia madrileña, que pudiese haber asumido los gastos.

De ahí que se conserve en las dependencias de la Casa de la Villa, aunque una vez al año es cedida a la Iglesia para la procesión del Corpus Christi. Esta tradición lleva celebrándose desde 1574, aunque entonces salía de la desaparecida Parroquia de Santa María, posteriormente de la Colegiata de San Isidro y actualmente parte de la Catedral de la Almudena.


La custodia en 1930, durante su traslado desde la Casa de la Villa (al fondo) hasta la Colegiata de San Isidro (fuente: Museo de Historia).

Descripción

Estamos ante una talla manierista, que rompió con las pautas estilísticas que había establecidas, sin duda alguna, una de las obras más relevantes del renacimiento madrileño.

Sus cincuenta kilogramos de plata no pasaron desapercibidos al ilustrado Antonio Ponz (1725-1792), que, en el tomo quinto de su libro Viage de España; en que se da noticia de las cosas mas apreciables, y dignas de saberse, que hay en ella (1776), describió la custodia en estos términos:

"Consiste en un primer cuerpo de ocho columnas pareadas en los ángulos sobre pedestales y son de orden corintio, con labores en los tercios inferiores, y en los superiores, los cuales se reducen a festones, niños, figuritas y otras cosas ejecutadas con suma diligencia. Forma un arco por cada lado y tienen en su vuelta y en las enjutas semejantes adornos".

"Sobre el cornisamento hay en el medio de cada fachada uno de los cuatro dolores: a los lados un jarroncito y en el espacio intermedio un ángel sentado. La bóveda, que forma este primer cuerpo, hace un artesonado con florones de exquisito gusto".


Salida de la custodia de la Colegiata de San Isidro, en el año 1915.

"El segundo cuerpo es un templecito redondo, en medio del cual se representa la Ascension: tiene ocho columnas de dos en dos y sobre el cornisamento hay cuatro niños. Remata en un globo formado de los círculos celestes, sobre el cual hay puesta una cruz. Las columnas tienen labores a manera de las de abajo".

"Dentro de esta custodia grande hay otra mas pequeña, que también consta de primero y segundo cuerpo y de ocho columnas cada uno: las del primero son pareadas y de orden compuesto".

"En los tableros del basamento se representan de bajorrelieve la Cena del Señor, el Lavatorio, la Oración del Huerto y el Prendimiento; y además de esto, los Apóstoles en los pedestales, así como en los de la custodia grande están expresados los Profetas, las Armas Reales y las de la Villa. En los cuatro ángulos de la custodia interior hay en cada uno un pedestal con un ángel de rodillas, mirando al paraje donde se coloca el viril".


Procesión del Corpus en la Puerta del Sol, hacia 1920.

"El segundo cuerpo es un templecito redondo con columnas salomónicas, y dentro se representa el Señor resucitado".

"Tienen otros ornatos las referidas custodias y todos están hechos con mucho gusto e inteligencia; como también la hay en el viril, en cuyo pie se figuran historias sagradas y varios ángeles alrededor del cerco, con porción de diamantes en donde se coloca la hostia".

jueves, 16 de junio de 2011

El Puente Oblicuo

El Puente Oblicuo fue una de las primeras intervenciones urbanísticas realizadas dentro del proyecto Madrid Río. Se trata de una plataforma de uso peatonal y ciclista que prolonga sobre el cauce del Manzanares el llamado Salón de Pinos, una zona ajardinada poblada con árboles de esta especie, situada en las inmediaciones del Puente de Segovia.



El aspecto actual de este puente, a modo de gran paseo arbolado suspendido sobre el río, nada tiene que ver con el que tuvo cuando fue construido, como un viaducto más de la M-30. Fue diseñado en 1969 por los ingenieros Carlos Fernández Casado, Leonardo Fernández Troyano y Javier Manterola Armisén e inaugurado en 1974, coincidiendo con la apertura de la autovía de circunvalación.

Su mayor singularidad es, sin duda, la configuración oblicua que le da nombre, que, lejos de cualquier intención estética, fue adoptada siguiendo criterios estrictamente funcionales, que venían determinados por el trazado de la M-30. Había que salvar las aguas del río de modo gradual, sin los giros pronunciados a los que dan lugar los puentes convencionales, con objeto de facilitar al máximo la circulación.

La oblicuidad a la que nos referimos queda perfectamente reflejada en estos datos: mientras que el cajero por el que discurre el Manzanares tiene apenas cuarenta metros de ancho, la longitud del puente se multiplica casi por cuatro, hasta alcanzar los 155,5 metros.
















En lo que respecta a la estructura, el tablero está formado por una losa delgada de sección trapecial, que se apoya en varios grupos de columnas pareadas, separados cada uno de ellos por una luz de 25 metros. La anchura es de 15,5 metros.

Lo que antes era una calzada de varios carriles, saturada de tráfico, se ha convertido ahora en una apacible pasarela con jardines, mediante la cual se ponen en contacto los paseos de la Ermita del Santo, en la margen derecha del río, y de la Virgen del Puerto, en la izquierda.

La actuación paisajista emprendida dentro del proyecto Madrid Río fue dirigida por Ginés Garrido y Fernando Porras e inaugurada en el otoño de 2008. Consistió en la incorporación de una enorme jardinera longitudinal, de más de 820 metros cuadrados, con praderas y pinos, junto a la cual se extiende una acera peatonal y un carril ciclista.



Artículos relacionados

- El Puente Monumental de Arganzuela
- El Puente de Arganzuela, muy avanzado
- La pasarela en forma de Y y otros puentes caja
- Inquietudes en torno al Puente de Toledo
- Inquietudes en torno al Puente de Segovia
- El Puente del Rey
- La Huerta de la Partida

lunes, 13 de junio de 2011

Puerta Cerrada, una postal casi perdida

Los célebres murales de Puerta Cerrada, todo un icono de la ciudad, están poco a poco desapareciendo, sin que las autoridades municipales hagan nada para evitarlo. La última pérdida se produjo hace escasas semanas, de tal modo ya sólo quedan tres de las seis pinturas que se hicieron originalmente.

Estos murales fueron realizados en 1983 por el diseñador Alberto Corazón (1942), a partir de una iniciativa del por entonces alcalde Enrique Tierno Galván (1918-1986). Se trataba de embellecer un espacio dominado, en dos de sus flancos, por destartaladas medianerías, que le daban un aspecto parco y desordenado.

La solución de los murales no pudo ser más exitosa. La plaza pronto se convirtió en uno de los lugares más fotografiados de Madrid y no hubo guía turística que no incluyera entre sus páginas alguna imagen de la renovada Puerta Cerrada.

Lamentablemente, cada vez queda menos que fotografiar. Del grupo de tres murales situados en la parte suroccidental del recinto, junto a la embocadura de la Cava Baja, únicamente se conserva uno.

En febrero de 1995 fue destruido el famoso 'gallo carnicero' de Alberto Corazón, a causa de una obras llevadas a cabo en la medianería donde había sido pintado. Y en esta primavera acaba de esfumarse el paisaje de vivos colores que estaba al lado, debido a la demolición del edificio que le servía de soporte.

Únicamente sobrevive el bodegón de frutas y verduras situado en la esquina de la Cava Baja, aunque se hace necesaria una urgente restauración, no sólo para corregir los efectos del paso del tiempo, sino más bien para reparar lo que ha hecho el hombre, como los adheridos de cemento que surcan la superficie.



Vista de los murales en una antigua postal de los años ochenta del siglo XX y en una fotografía del 9 de junio de 2011.

Con respecto al otro grupo, que se ubica en el lado oriental de la plaza, inicialmente había tres murales. Uno de ellos era un trampantojo que simulaba una fachada decimonónica, donde, subido en una falsa cornisa, había dibujado un pintor de brocha gorda, acompañado de un gato.

Esta pintura desapareció tras la apertura de varios balcones en lo que antes era una medianería. Es decir, la fachada ficticia ha terminado siendo sustituida por una fachada real, sin que la mayoría de los madrileños se haya dado cuenta del cambio.

El resultado final es que, de este grupo pictórico, sólo se mantienen en pie dos murales: uno de ellos es una esquematización del viejo lema de la villa Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son y el otro es un trampantojo, a modo de celosía con una enredadera.

Al igual que en el caso anterior, su estado de conservación es lamentable. Del primero ha desaparecido la superficie acuática que Alberto Corazón dejó pintada, mientras que la parte inferior del segundo se encuentra llena de graffitis. Sin duda, un triste espectáculo.



En la fotografía superior (propiedad de Oronoz) puede verse el trampantojo que había en el edificio de la izquierda, sustituido en la actualidad por una fachada real (imagen inferior, tomada el 9 de junio de 2011). La comparativa también permite comprobar el deterioro sufrido por los murales, con la desaparición incluso de algunos dibujos originales.

jueves, 9 de junio de 2011

La Verbena de San Antonio en ocho imágenes históricas y artísticas

Cuando falta muy poco para que llegue el 13 de junio, festividad de San Antonio de Padua, hacemos un repaso histórico por la verbena más esperada del año, "por ser la primera que Dios envía", a través de ocho pinturas, dibujos y fotografías, correspondientes a los últimos tres siglos.

Los orígenes de estas celebraciones parecen encontrarse en una pequeña talla de San Antonio (1195-1231), entronizada a principios del siglo XVIII en una modesta ermita dedicada a la Virgen de Gracia, que estaba en la margen izquierda del Manzanares.

Tal fue la devoción que la imagen generó, principalmente entre las lavanderas del río, que en 1720 se levantó una nueva ermita consagrada enteramente al santo portugués.

Es probable que la fama de casamentero que tiene el santo provenga de este gremio, extendiéndose después al de las modistillas, como así refleja la famosa tradición de los alfileres.

Debido a la mala calidad de la fabricación, el citado edificio fue intervenido doce años después, según un proyecto de José de Churriguera. Poco duró, ya que, en 1768, tuvo que ser derribado, al interponerse en el trazado del nuevo Camino Real de Castilla.

En 1770 volvió a erigirse otra ermita, obra de Francisco Sabatini (1722-1797), que también fue demolida, esta vez en el contexto de la remodelación de los jardines del Real Sitio de la Florida, llevadas a cabo en 1792.

Consciente del fervor que los madrileños sentían por San Antonio, el rey Carlos IV (r. 1788-1808) ordenó la construcción de un tercer templo, que es el que ha llegado a nuestros días, a partir de un diseño del arquitecto italiano Francisco Fontana (1744-1800), firmado en 1792.

La ermita se inauguró el 11 de julio de 1798, en un solemne acto al que acudió el propio monarca. Un mes después, Franciso de Goya (1746-1828) se puso a trabajar en los frescos que decoran las bóvedas, en lo que constituye uno de los mayores tesoros artísticos que se guardan en Madrid.

Bailando junto al río. Empezamos nuestro recorrido gráfico precisamente de la mano del genial pintor aragonés, a quien debemos la primera imagen histórica que hemos encontrado de la verbena. Se trata del Baile de San Antonio de la Florida, también conocido como Baile a orillas del Manzaneres, pintado en 1777.



Bullicio y más bullicio. La segunda imagen es un dibujo que la revista La Ilustración de Madrid publicó en el año 1871, donde queda plasmada la algarabía de las celebraciones, tal vez de un modo muy enfático.



No podían faltar los churros. Cambiamos de centuria y nos trasladamos a comienzos del siglo XX, con las modistillas ocupando un lugar preferente en los festejos. Pueden verse en la fotografía inferior, al lado de una churrería.



Preparados para la merienda. Seguimos en los primeros años del siglo XX, con una escena que no sabemos explicar cien por cien, aunque nos imaginamos que el grupo de mujeres que aparece en el centro vela para que nadie entre al merendero que se ve al fondo, en espera de que todo esté preparado.



Un andaluz y un aragonés. La siguiente fotografía es todo un lujo. Fue captada durante la verbena de 1923 y en ella podemos ver nada menos que a Federico García Lorca (1898-1936) y a Luis Buñuel (1900-1983) posando juntos en un decorado, que simula el vuelo de un aeroplano.



Se inicia el cortejo. En esta imagen de 1934 vuelven a aparecer las famosas modistillas de San Antonio de la Florida, seguidas de una corte de pretendientes.



Como si fuera Sevilla. Saltamos hasta el año 1951 con esta imagen que tomamos prestada de 20 minutos. Al igual que Lorca y Buñuel décadas atrás, dos hermanos posan delante de un decorado, que en esta ocasión tiene apariencia andaluza. El caballo de cartón-piedra pone la guinda.



Las modistillas, siempre. Despedimos este paseo histórico por la Verbena de San Antonio con esta fotografía del archivo del desaparecido diario Madrid, con las modistillas nuevamente convertidas en el principal foco de atención.


Artículos relacionados

- La Romería de San Isidro en ocho imágenes históricas y artísticas
- La inauguración de la Gran Vía en ocho instantáneas
- El 1 de mayo en seis imágenes históricas
- La Semana Santa de Madrid, según Santos Yubero
- Feliz Navidad

domingo, 5 de junio de 2011

Joan Miró en Madrid

Más allá de su presencia en salas de museos, el legado artístico de Joan Miró (1893-1983) alcanza una dimensión urbana difícil de encontrar en otros autores. Varias son las ciudades que lucen en sus calles, parques y plazas obras del genial artista barcelonés, entre ellas Madrid, donde se exhiben al aire libre, en contacto directo con la gente, tres creaciones suyas.



Nuestro recorrido se inicia en la Avenida del General Perón, donde se halla un impresionante mural de sesenta metros de ancho y ocho de alto, realizado a partir de un boceto pictórico que Miró acabó en el verano de 1979, cuando tenía 86 años de edad.

El mural como tal se debe al escultor y ceramista Joan Gardy Artigas (1938), hijo del célebre Llorens Artigas (1892-1980), quien se valió de 7.000 placas pintadas y vidriadas para plasmar los inconfundibles contornos mironianos, con sus características manchas de vivos colores, siluetadas con trazos negros.















Cada placa mide 20 x 30 centímetros. Fueron colocadas en línea hasta cubrir una superficie cercana a los 500 metros cuadrados, con la que se corona la fachada principal del Palacio de Exposiciones y Congresos (1965-1970).

El conjunto fue inaugurado en septiembre de 1980, en coincidencia con la celebración en Madrid de la Conferencia Europea de Seguridad y Cooperación.

Nuestra siguiente parada es el Museo de Arte Público, anteriormente conocido como Museo de Escultura al Aire Libre de la Castellana, situado debajo del paso elevado que une las calles de Juan Bravo y Eduardo Dato, salvando la calzada del Paseo de la Castellana.

Se trata de un delicioso espacio público, que se abre en plena calle, donde se exponen varias piezas escultóricas de grandes creadores del siglo XX, entre los que no podía faltar Joan Miró.



La obra Mère Ubu llegó a este singular museo en 1978, seis años después de su apertura. Sigue la línea de otras esculturas urbanas del artista, en las que predominan las formas curvas enérgicas y rotundas, con representaciones de mujeres, cabezas y pájaros, todo ello con un lenguaje expresionista muy puro.

Estamos ante una mujer-pájaro, un tema muy recurrente en la trayectoria del artista (sólo hay que ver el famoso cuadro Mujer, pájaro y estrella, que se conserva en el Museo Reina Sofía), cuya disposición vertical parece transmitir un cierto aire totémico.

La voluptuosidad de sus volúmenes, quebrada en algunas partes con incisiones rectilíneas y profundas, remite al estilo pictórico mironiano, con su equivalente en los contornos negros, en los que se encierran áreas de color vivo.

Mère Ubu fue terminada en el año 1975. Está hecha en bronce y tiene una altura de 1,65 metros. Descansa sobre un sencillo pedestal cúbico, labrado en granito, con el que el conjunto consigue sobrepasar los dos metros de alto.
















Nos dirigimos a continuación al Museo Reina Sofía, nuestro último destino, pero no para adentrarnos en sus salas, sino para quedarnos en el precioso jardín del Edificio Sabatini, que nos encontramos nada más cruzar la entrada principal de la pinacoteca.

Y, aunque estemos dentro de un museo, un lugar aparentemente contradictorio con el arte exterior que estamos buscando, el patio que nos disponemos a visitar es, en realidad, un recinto abierto y al aire libre, con la cercanía que da la calle.

Pájaro lunar es una de las primeras esculturas monumentales que hizo Joan Miró. Concluida en 1966, es la versión de gran tamaño de una pequeña pieza homónima, realizada en los años cuarenta del siglo XX, que el autor concibió junto con otra, llamada Pájaro solar, que le daba la réplica.

Las dualidades de la luna y el sol, de lo femenino y de lo masculino, de la noche y el día son referencias constantes en la obra mironiana.

Pájaro lunar, en concreto, parece aludir a lo arcaico, a lo terrestre, a las raíces... Es una figura vertical, apegada al suelo y, al mismo tiempo, dinámica, que contrasta con la horizontalidad e inmovilidad de su pareja, la gran ausente del jardín del museo.

Artículos relacionados

- Las cuatro damas madrileñas de Manolo Valdés
- 'Espacio México'
- Accidente aéreo en la Calle Mayor
- 'La fuente y el río', de Pablo Serrano

jueves, 2 de junio de 2011

Miradores

Siempre hemos defendido que uno de los potenciales turísticos de Madrid son sus azoteas. A falta de montañas o colinas que puedan servir de observatorios, los grandes edificios se convierten en el único modo de divisar la ciudad desde las alturas.



Afortunadamente, en los últimos años, se han ido habilitando excelentes miradores en las plantas superiores de diferentes inmuebles del centro histórico.

Algunos están vinculados a restaurantes de lujo, como la terraza del Casino de Madrid, a cafeterías, como la de El Corte Inglés de Callao, o a bares de copas, como los existentes en los áticos de los hoteles Urban, Óscar o Me.

En otras ocasiones, los miradores son sólo eso, miradores, sin que ello implique que haya que tomar obligatoriamente una consumición, aunque, con toda probabilidad, sí que haya que pagar por acceder. Es el caso de la cúpula de la Catedral de la Almudena y de la terraza del Círculo de Bellas Artes.

















El Palacio de Cibeles es la excepción que confirma la regla. La subida a su torreón resulta, en estos momentos, completamente gratuita, si bien mucho nos tememos que dejará de serlo cuando concluyan en julio las Jornadas de Puertas Abiertas.

Confiamos que sean muchos más los edificios que den el paso de abrir al público sus pisos más altos. De momento nos quedamos con estas imágenes, captadas desde la terraza del Hotel Óscar, en la Plaza de Vázquez de Mella, con un hermoso atardecer sobre la almendra central de la capital.

En ellas pueden reconocerse algunas siluetas imprescindibles del horizonte urbano madrileño, como el Palacio de Cibeles, el Círculo de Bellas Artes o la sede de Telefónica en la Gran Vía.


Artículos relacionados

- Desde el mirador del Templo de Debod
En el Palacio de Cibeles
- La Huerta de la Partida