lunes, 29 de agosto de 2011

La Fuente de Pontejos

La Fuente de Pontejos se encuentra muy cerca de la Puerta del Sol, en la pequeña plaza surgida tras el derribo del claustro renacentista del Convento de San Felipe el Real, que desapareció en 1838, a raíz de la Desamortización de Mendizábal. 


El claustro de San Felipe en el plano de Pedro de Teixeira (1656). 

Se inauguró el 19 de noviembre de 1849, como respuesta a la solicitud efectuada por los vecinos de la zona, que se habían quedado sin puntos de abastecimiento de agua próximos, después de que, también en 1838, se demoliese la célebre Fuente de la Mariblanca, de la Puerta del Sol.

El proyecto fue elaborado por el arquitecto Isidoro Llanos, aunque su ejecución corrió a cargo de Jaime Lois. Los grupos escultóricos fueron realizados por Francisco Pérez del Valle, autor de algunas de las estatuas que decoran el Obelisco de las Víctimas del Dos de Mayo, de la Plaza de la Lealtad.


Año 1864.

A propuesta del escritor Mesonero Romanos (1803-1882), la fuente y la plaza donde se asienta están dedicadas a Joaquín Vizcaíno (1790-1840), Marqués viudo de Pontejos, que fue Corregidor de Madrid desde 1834 hasta 1836 y que, en 1838, fundó la Caja de Ahorros de Madrid, la primera institución de estas características creada en España. 

De ahí la presencia, dentro de una hornacina, de un busto de bronce del marqués, en el que éste aparece con el pecho desnudo, siguiendo pautas de inspiración clasicista.


La fuente en 1947.

En 1921 el conjunto fue objeto de una pequeña remodelación, que sólo afectó a su parte inferior, y en 1954 tuvo que ser desmantelado, para facilitar la remodelación de la Plaza de Pontejos, aunque fue una situación transitoria, ya que después volvió a montarse.

La última intervención tuvo lugar en 1994, cuando se procedió a su limpieza y restauración, con motivo de las obras de peatonalización de la plaza. 

Descripción

La fuente está integrada por un pedestal, que descansa sobre un basamento en forma de paralelepípedo, en cuyos lados norte y sur hay situados dos pilones de planta semicircular.

Está fabricada en granito, aunque algunas partes son de piedra de caliza, caso de la basa donde se apoya el cuerpo central, del cornisamento superior, del remate a modo de pequeña cúpula gallonada y de las placas rectangulares instaladas en los frentes tanto del basamento como del pedestal.



Además de estos materiales, hay elementos hechos en bronce, como la citada escultura del Marqués viudo de Pontejos, un escudo de la Villa de Madrid y los adornos que recorren la parte alta del monumento, con coronas de laurel y torres militares.

A todo ello hay que añadir un entorno que, a pesar de su proximidad con la Puerta del Sol, aún mantiene el sabor tradicional del viejo comercio, con sus famosos almacenes especializados en labores de costura, algunos de ellos centenarios.

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Otras fuentes madrileñas de las que hemos hablado son:

lunes, 22 de agosto de 2011

La sillería de Santa María de Valdeiglesias


Fuente: Región de Murcia Digital.

La sección "Madrid fuera de Madrid" pretende seguir la pista de aquellas piezas de arte que, teniendo un origen madrileño, han acabado fuera de nuestra región. Con tal motivo, visitamos la Catedral de Murcia, donde localizamos una de las mejores sillerías jamás realizadas dentro del actual territorio de la Comunidad de Madrid.

Se trata del coro del Monasterio de Santa María de Valdeiglesias, de Pelayos de la Presa, uno de los pocos tesoros que lograron salvarse de este conjunto, actualmente en ruinas, tras quedar abandonado en 1836 a raíz de la Desamortización de Mendizábal.

Esta obra plateresca, labrada entre 1567 y 1571 por el tallista Rafael de León, llegó a Murcia en tiempos de Isabel II (r. 1833-1868), poco después de que la catedral de esta ciudad se quedase sin sillería durante el incendio acaecido en 1854.


Fuente: Región de Murcia Digital.

Mariano Barrio Fernández, Obispo de Cartagena entre 1861 y 1876, solicitó a la Casa Real su intervención y consiguió que la reina firmase una Real Orden autorizando la cesión de la sillería madrileña a su diócesis.

Ésta se encontraba en aquel entonces en la Universidad Central de Madrid, en el viejo caserón de la Calle de San Bernardo, en espera de su traslado a San Jerónimo el Real, donde estaba planeada su instalación.

Los trabajos de adaptación al coro catedralicio corrieron a cargo de José Pérez Benito, autor también del sillón episcopal que posteriormente fue añadido para completar el conjunto.

La sillería de Santa María de Valdeiglesias lleva casi dos siglos en la catedral murciana. Ocupa la parte central de la nave principal, donde antes estuvo una sillería neoclásica de finales del siglo XVIII y principios del XIX, que, a su vez, había sustituido a una sillería tardogótica, de mediados del siglo XV.


Fuente: jdiezarnal.com.

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La serie "Madrid fuera de Madrid" consta de estos otros artículos:
- La Fuente del Águila, de la Casa de Campo
- De La Latina al Castillo de la Mota
- El templete de la Red de San Luis

lunes, 15 de agosto de 2011

La Virgen de la Paloma en siete imágenes históricas

Hoy 15 de agosto, festividad de la Virgen de la Paloma, repasamos el origen de esta devoción mariana, una de las más arraigadas entre los católicos madrileños, a través de siete imágenes históricas.



Comenzamos con esta vieja postal que reproduce la pintura Hallazgo y compra del lienzo de la Virgen de la Paloma, realizada en 1901 por Eugenio Oliva Rodrigo (1852-1925). En ella se refleja el momento en el que, según la tradición, fue encontrada la Virgen en los llamados Corrales de la Paloma, a principios de 1787.

Al parecer, unos niños estaban jugando con una tela pintada con la Soledad, cuando Isabel Tintero, una vecina del barrio, los convenció para que se la entregaran, a cambio de unas cuantas monedas.

La mujer colocó la imagen en el portal de su vivienda y, posteriormente, la trasladó a una habitación de su propia casa, para facilitar el tránsito de los muchos devotos que acudían al lugar.



En 1796 se construyó una capilla en condiciones, con el apoyo de la Casa Real. Quedó bajo la advocación de Nuestra Señora de la Soledad, aunque muy pronto se impuso el nombre popular de la Paloma, en alusión a la calle donde había sido levantada.

El pequeño templo fue diseñado por Francisco Sánchez, discípulo de Juan de Villanueva, al más puro estilo neoclásico, como podemos comprobar en el fotografía superior, fechada en el año 1895.



En esta imagen, correspondiente igualmente a 1895, vemos el aspecto que tenía la capilla por dentro. El lienzo de la Virgen se custodiaba dentro de una sencilla estructura de aire clasicista, muy diferente a la actual, mucho más ornamentada y efectista.



La capilla diseñada por Francisco Sánchez fue derribada en 1896. Ese mismo año empezaron las obras de la iglesia que ha llegado a nuestros días, según la proyectó el arquitecto Lorenzo Álvarez Capra (1848-1901), a partir de modelos neomudéjares y neogóticos. Fue inaugurada el 23 de marzo de 1912, si bien la fotografía que acompañamos es bastante posterior, probablemente de los años cuarenta del siglo XX.



Seguimos en la década de los cuarenta del siglo pasado. Ahora vemos el interior de la Iglesia de la Paloma, con la mesa de la eucaristía pegada al altar, siguiendo los cánones de aquella época. En la configuración actual, resultado de las ideas del Concilio Vaticano II (1962-65), la mesa está situada en el centro de la nave, con los bancos de los feligreses alrededor.



Retrocedemos al verano de 1939, recién acabada la Guerra Civil. Esta fotografía de Vidal nos muestra el desfile procesional que tuvo lugar el 6 de agosto, cuando la Virgen fue devuelta a su templo de la Calle de la Paloma, tras ser escondida durante la contienda. Puede verse la comitiva a su paso por la Plaza Mayor.



Concluimos con otra fotografía de Vidal, captada el 15 de agosto de 1942, en plena procesión de la Paloma. Sorprende el rundimentario paso de la Virgen, que desfila sobre una humilde camioneta, camuflada bajo diferentes adornos florales.

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lunes, 8 de agosto de 2011

La antigua gasolinera de Puerta de Hierro

Mi infancia transcurrió en un pueblo de la sierra. Siempre que nos dirigíamos a Madrid, tomábamos la Carretera de La Coruña. Entrar en la ciudad por esta vía constituía una experiencia excitante.

Miraras por donde miraras, se sucedían los hitos arquitectónicos, como preparando el terreno de todo lo bueno que nos íbamos a encontrar en el interior de la urbe.

La esplendorosa Puerta de Hierro aparecía de repente, en medio de la autovía. Le seguían el Palacio de la Moncloa, la Casa de Velázquez, la Corona de Espinas, el Museo de América y otros muchos edificios que tardé en ponerles nombre.

Culminaba todo ello en el Arco de la Victoria y en el Ministerio del Aire, que, ignorante como era de la simbología política que les envuelve, me parecían la fachada perfecta para ingresar finalmente en la capital.

Pero había un primer hito, que, pese a carecer del porte monumental de los otros, era el que realmente nos anunciaba que habíamos llegado a Madrid.


Archivo: Perrin.

Se trataba de la vieja gasolinera de Puerta de Hierro, cuya airosa torre había convertido, desde mi prisma infantil, en el guardián que custodiaba la hermosa ciudad que me disponía a visitar con mis padres.

Rastreando por Internet, la he vuelto a ver. Aparece más bonita de lo que yo recordaba. Incluso he podido apreciar nuevos ángulos, que no podía visualizar cuando pasaba delante de ella metido en un coche.

Se inauguró en 1933, a raíz de unas obras llevadas a cabo por el Gabinete Técnico de Accesos y Extrarradio de Madrid, destinadas a separar las carreteras de La Coruña y de El Pardo, en lo que hoy se corresponde con el nudo de Puerta de Hierro.

Fue levantada en el mismo punto en el que se iniciaba la bifurcación, con el cuerpo principal en medio de las dos carreteras y varios grupos de marquesinas dispuestos simétricamente, a ambos lados de las calzadas.


Archivo: Miguel Pascual Laborda.

Era una delicia contemplar sus líneas arquitectónicas, que, en consonancia con las corrientes de la época, mostraban una marcada influencia racionalista.

La estación de servicio sobrevivió hasta 1989, cuando fue demolida al ampliarse el número de carriles de la Carretera de La Coruña. No muy lejos de su emplazamiento, en la Cuesta de las Perdices, la empresa concesionaria edificó una nueva gasolinera, con una torre muy parecida a la de la primitiva construcción, a modo de pequeño homenaje.

Pero ya no es lo mismo...


Archivo: Miguel Pascual Laborda.

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lunes, 1 de agosto de 2011

El Centro de Estudios Hidrográficos, de Fisac

Hoy hablamos del Centro de Estudios Hidrográficos, un polémico edificio situado en el Paseo de la Virgen del Puerto -muy cerca del Puente Oblicuo y del Puente de Segovia-, que no deja indiferente a nadie, ya sea en sentido positivo o negativo.

No hay término medio a la hora de juzgar esta sólida estructura, que muchos consideran todo un referente de la arquitectura española del siglo XX y que otros muchos desprecian.


Postal de los años sesenta del siglo XX, con el CEH a la derecha.

Estamos ante una de las obras más importantes de Miguel Fisac (1913-2006), con la que el reconocido arquitecto introdujo nuevas técnicas y soluciones constructivas, algunas ciertamente arriesgadas, todo ello con una "gran sencillez formal y una absoluta expresividad estructural", según sus propias palabras.

Además, fue uno de los primeros intentos en nuestro país de proponer el hormigón armado como único material de fábrica, incluso en las partes vistas.

El edificio fue diseñado en 1960 y terminado tres años después. Fue concebido como sede del Centro de Estudios Hidrográficos y del Laboratorio de Hidráulica, dos instituciones que, en aquellos momentos, eran independientes, pero que compartían tareas y objetivos comunes.

De ahí que Fisac proyectara, no un único edificio, sino dos, unidos por un simple pasillo. El núcleo principal queda integrado por una torre de siete plantas y tres naves destinadas a ensayos, mientras que el secundario consiste en un edificio de dos pisos, al que se le anexa otro de idéntica altura.



Pero, sin duda alguna, la parte más destacada de todo el conjunto es la nave de modelos (o de ensayos), cuya ejecución constituyó un importante reto, que el propio Fisac definió como su "mayor desafío estructural" hasta ese momento de su carrera.

Había que crear un gran espacio diáfano, de 80 por 22 metros, que obligatoriamente tenía que recibir la luz solar desde arriba, para garantizar una iluminación uniforme, adecuada al trabajo que se iba a realizar: fotografiar modelos hidráulicos hechos a muy pequeña escala, con todo lujo de detalles.


Fuente: CEDEX, Ministerio de Fomento.

La solución final fueron las vigas-hueso, bautizadas así por el propio autor, debido a su similitud con la osamenta de los animales. Gracias a estos originales elementos, pudo articularse una enorme cubierta que, sin dejar de ser resistente, permitía la entrada de una luz cenital, distribuyéndola de modo homogéneo por el recinto.

Para muchos analistas, es una de las aportaciones más novedosas y eficaces de la moderna arquitectura española.


Miguel Fisac, fotografiado en 1960, entre varias vigas-hueso. Fuente: CEDEX. Ministerio de Fomento.

Miguel Fisac explicó su descubrimiento en los siguientes términos: "debía aligerar el peso propio que habían de soportar las vigas. Y pensé en la posibilidad de hacerlas huecas. Y al tantear cómo unir una pieza de sección rectangular o triangular a la pantalla para conseguir la luz celeste deseada, me encontré con una figura que me recordó la sección de los huesos de las extremidades de los animales vertebrados. Entonces pedí que me trajeran unos huesos de vaca de la carnicería y, al comprobar su semejanza, adquirí la convicción de que marchaba por buen camino."

A pesar de sus indudables logros arquitectónicos, el Centro de Estudios Hidrográficos no ha conseguido ser un edificio unánimemente aceptado, principalmente por parte de los vecinos de la zona, que no ven con buenos ojos sus sobrios volúmenes de hormigón, en un entorno como el del Puente de Segovia.



Aunque, en honor a la verdad, la parte que más se critica de este conjunto es la ampliación llevada a cabo en 1969, que no fue diseñada por Miguel Fisac, sino por José Antonio Torroja Cavanillas (1933), hijo del célebre ingeniero Eduardo Torroja (1899-1961) y padre de la cantante Ana Torroja (1959).

Se trata de una enorme nave de ensayos de planta triangular, hecha en hormigón, fácilmente reconocible por su fachada en forma de dientes de sierra, como puede apreciarse en las fotografías superior e inferior.



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La Iglesia del Teologado de los Padres Dominicos, situada en el término municipal de Alcobendas, es otra de las grandes obras de Miguel Fisac, de la que hemos hablado en este blog.