lunes, 15 de octubre de 2012

El Palacio del Marqués de Perales

Hoy nos detenemos en el Palacio del Marqués de Perales del Río, una de las obras de madurez de Pedro de Ribera (1681-1742), donde tiene su sede desde el año 2002 la Filmoteca Nacional.



Se trata de uno de los palacios barrocos más importantes que se conservan en Madrid, no sólo por la calidad de su traza, sino también porque mantiene íntegra buena parte de su estructura primitiva.

Se eleva majestuoso sobre la Calle de la Magdalena, muy cerca de la Plaza de Tirso de Molina, en un área que, pese a su carácter fronterizo con el popular barrio de Lavapiés, fue muy valorada por la nobleza a la hora de edificar sus casas palaciegas.

El máximo apogeo de esta zona tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XVII y en la primera del XVIII. Es a este último periodo al que pertenece el palacio que, hacia 1730, mandó levantar el matrimonio formado por Ventura de Pinedo Rodríguez de Ubierna, conde de Villanueva de Perales de Milla, y Antonia de Velasco y Moreda, marquesa de Perales del Río.



Aunque casi no hay dudas de que Ribera se hizo cargo del proyecto, algunos investigadores limitan su contribución únicamente a la portada principal y atribuyen el resto del edificio a los maestros de obras José López de Sojo y Agustín de Castro.

La primera gran reforma del inmueble tuvo lugar en 1781, después de ser adquiridas dos viviendas contiguas, que fueron utilizadas para ampliar el lado derecho, a partir de un diseño de Manuel Serrano.

En 1808, en plena invasión napoleónica, el palacio se convirtió en el escenario de un hecho luctuoso. José Miguel Fernández de Pinedo, tercer marqués de Perales y responsable de una fábrica de cartuchos, fue asesinado por un turba de gente, tras extenderse el rumor de que la munición que iba a emplearse contra los franceses llevaba arena en lugar de pólvora.

En 1888 hubo una segunda reforma, esta vez firmada por José María Aguilar, mediante la cual se remodeló la segunda planta, se ampliaron las cubiertas y fue sustituido el alero original.

El palacio dejó de ser residencia nobiliaria en 1914, cuando fue vendido al Estado Español. En un primer momento fue la sede de la Dirección General de Aeronáutica para posteriormente, durante la Guerra Civil, servir como juzgado, para la celebración de bodas civiles.



En 1954 el arquitecto Carlos Sidro de la Puerta lo acondicionó como estafeta de correos, modificando su distribución interior, y en 1976 volvió a ser intervenido, a partir de un proyecto de Antonio de Sala.

En esta época se planteó su demolición, pero, al estar incluido en un precatálogo de monumentos madrileños, consiguió salvarse de la piqueta. Un auténtico milagro, conociendo cómo nos las hemos gastado en esta ciudad, incluso con edificios protegidos.

Entre 1979 y 1983 se hizo una nueva rehabilitación, a cargo de Manuel Sáinz de Vicuña y García Prieto y Manuel Sáinz de Vicuña y Melgarejo, destinada a acoger los fondos de la Hemeroteca Nacional.

No fue la última reforma. En 1998, tres años después de que el inmueble fuera declarado Bien de Interés Cultural, Javier Feduchi Benlliure recibió el encargo de adaptar sus instalaciones para uso de la Filmoteca Española. Las obras concluyeron en 2002.

Feduchi fue el mismo arquitecto que, años antes, había asumido la celebrada reconstrucción del Cine Doré, en el entorno de Antón Martín, la sala de exhibiciones cinematográficas que posee la propia Filmoteca.

Descripción

El palacio fue descrito por Benito Pérez Galdós (1843-1920) como una "casa suntuosa, pero de bastarda y ridícula arquitectura, por haber puesto en ella su mano don Pedro de Ribera, autor de la fachada del Hospicio" (Episodios nacionales: Napoleón en Chamartín).

El escritor canario se hacía eco de la corriente de animadversión hacia el barroco avanzado -del que Ribera es uno de sus representantes más sobresalientes-, que estuvo arraigada entre los intelectuales españoles desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta bien entrado el siglo XX.

Afortunadamente el tiempo ha hecho justicia y hoy día Pedro de Ribera es considerado como una figura imprescindible de nuestra arquitectura.

Su inconfundible estilo puede reconocerse fácilmente en el palacio que ocupa nuestra atención, sobre todo en la portada principal, concebida como un impresionante retablo, a base de una rica ornamentación floral.



El edificio es de planta casi cuadrangular y se estructura en tres patios interiores. Fue construido sobre cuatro primitivas viviendas, que fueron derribadas para liberar el solar, a las que se añadieron otras dos en 1781, cuando se procedió a la ampliación del palacio.

Hay dos fachadas. La principal, donde se encuentra la portada que acabamos de describir, da a la Calle de la Magdalena y ha llegado hasta nosotros prácticamente intacta, más allá de los procesos de restauración realizados, especialmente en el último tercio del siglo XX.

Su composición es muy sencilla. Tiene tres niveles de ventanas y balcones sin embocadura, y se soporta sobre un zócalo de piedra de granito, donde se alojan los vanos del semisótano. Se cubre con estuco rojo.

En cambio, la fachada posterior, que asoma a la Calle de la Cabeza, ha tenido peor suerte. Dado el estado de ruina que presentaba la trasera del palacio, tuvo que levantarse un edificio nuevo en toda esta parte, cuando se procedió a la rehabilitación de 1979.



Con respecto al interior, la distribución de las dependencias ha sufrido fuertes alteraciones a lo largo del tiempo, que fueron corregidas parcialmente durante la citada reforma, cuando se restauró la disposición original de las salas que dan a la Calle de la Magdalena, así como de la escalera principal.

Estos trabajos de acondicionamiento también permitieron recuperar el sótano, un entramado de galerías, vestíbulos abovedados y pasadizos cuya calidad de fábrica y complejidad arquitectónica hacen pensar que, con independencia de su función de almacenamiento, fue concebido como un espacio de recreo.

7 comentarios:

  1. Hola Jesús,
    Muchas gracias por el detalle del enlace. Todo un honor inmerecido.
    No se puede negar que el edificio lleva la firma de Ribera y lamento que Galdós, mi costumbrista preferido, hiciera esas lamentables declaraciones. Hubiera sido fantástico obtener fotos de esa planta sótano recuperada.
    Buen trabajo, maestro.
    Un abrazo.

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    1. Cómo bien dice el autor del blog: Galdós escribio eso haciéndose eco de la corriente de opinión del momento. No necesariamente tiene que ser su opinión. Además, si no recuerdo mal, creo que ese Episodio es "Napoleón en Chamartín", donde el narrador es, en primera persona, Gabriel de Araceli. Por tanto, bien podría ser opinion del personaje sin tener que serlo del autor. Bueno, solo es mi opinión. Un saludo cordial

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  2. Hola Jesús,
    Coincido con Manuel. Lo de "bastarda y ridícula arquitectura" cuesta creer que viniera de D. Benito, pero las "modas" son así de volubles.
    Nos dejas con la miel en los labios con ese sótano lúdico-funcional.
    Enhorabuena por el trabajo y un abrazo.

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  3. Hola Jesús. Excelente trabajo historico, y estoy en desacuerdo total con Don Benito, pero sobre gustos, ya se sabe.
    Excelente trabajo y un abrazo

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  4. Hola Manuel:
    De inmerecido nada, tus méritos son muchos y muy cualificados! El sótano lo he visto en fotos en algunos libros y realmente su sistema de bóvedas es espectacular. No tuve ocasión de escanearlas. A ver si saco tiempo.

    Un abrazo, Jesús

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  5. Hola Antonio:
    Es verdad. La de desastres que han provocado las modas. Aún mantengo el recuerdo de la portada churrigueresca del Palacio de Goyeneche, como vimos en tu blog. Por lo menos la fachada del Palacio de Perales ha llegado más o menos intacta.

    Muchas gracias y un abrazo, Jesús

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  6. Hola José:
    Gracias por tu comentario. Como bien dice Antonio, Don Benito no fue inmune y también sucumbió ante las modas pasajeras, como tantos otros. Pero el tiempo ha hecho justicia.

    Un abrazo, Jesús

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